A mis 23 años aun no he tenido la oportunidad de ejercer como maestra en un colegio. A diferencia de otros compañeros míos, con miles de anécdotas e historias, yo solo cuento con unas pocas realizadas durante las prácticas de mi carrera. Aun así, recuerdo que el último año tuve la gran oportunidad de vivir la experiencia de enseñar gracias a los fantásticos maestros de la escuela donde hice las prácticas, y especialmente a mi tutor, que me ofreció la asignatura de “Lengua castellana” al alumnado de 5º de primaria, de unos 10 años. Durante dos meses pude planificar y evaluar a los estudiantes, aunque debía seguir las directrices de mi tutor que, al igual que muchos otros, las regía el libro de texto. No soy consciente de si en Latinoamérica se usa la misma metodología, pero en España es muy frecuente usar el libro de texto como guía indudable del plan de estudio de los chavales. El libro es sagrado, se empieza por la unidad 1 y se sigue en orden. Nadie cuestiona al libro, incluso los padres lo alaban, ya que les resulta fácil de controlar. Pero a mi no me gustaba.
Y no solo no me gustaba a mí, sino que a mis alumnos tampoco. Era aburrido, monótono, carecía de estímulos, las actividades eran un tostón y los contenidos estaban aislados, separados entre sí y vacíos. Encima, el propio libro incluía sus exámenes prefabricados, exámenes que el tutor obligaba a hacer. Pero no había otra, así que me las ingenié para hacer las clases interesantes, como sortear el orden de las unidades, dramatizar las historias al mismo tiempo que las leíamos, realizar juegos en lugar de las actividades… fue una solución aceptada por todos.
Cada unidad del libro estaba dividida en cuatro secciones: lectura, gramática, vocabulario y creación y expocición de textos. Cual fue mi sorpresa que, al planificar la siguiente unidad a impartir, me encuentro con la sección de “creación y exposición del texto” más insulsa que había visto en mi vida. Trataba de los textos informativos, y no fui capaz de leer su descripción. Pensé: “si yo misma no he capaz de leer esto, ¿cómo voy a pretender que mis alumnos lo hagan?”. Me negué en completo a hacerles pasar por ese mal trago.
“¿Cuál es el propósito de esta sección?” me pregunté. Se suponía que enseñar a los alumnos lo que era un texto informativo y animarles a redactar uno. Pero sabía que no iban a ser capaces de ello, que los estudiantes más hábiles harían una redacción siguiendo el modelo del libro, los estudiantes más rezagados imitaría a los hábiles, algunos ni siquiera harían dicha redacción y que al final del día ninguno habría aprendido a identificar lo que es un texto informativo. La lección era un fracaso incluso antes de haberla impartido, y eso no lo podía consentir. Fue cuando cerré el libro y decidí crear mi propio método.
Mi “clase innovadora” no fue una sola lección sino un conjunto, ya que fue un proyecto de varios días. El primero, redacté y adapté diferentes noticias que les podían interesar a los niños y se las presenté. Las leyeron en grupo e intercambiaron opiniones. Luego hablamos sobre el contenido de las noticias y de cuál era el objetivo de aquellos textos. Es así como descubrieron que era un texto informativo. Luego les propuse el proyecto: que crearan su propio telediario. Las normas eran escasas, pero claras: hacer uso y exponer un texto informativo; grupos de al menos dos personas; hacer uso de todo lo que les venga en mente; respetar a todos y cada uno de sus compañeros. Cada grupo haría un telediario y sería grabado como si se tratase de uno real.
Todos mis alumnos me miraron con cara de incrédulos. Sabían que yo realizaba clases más dinámicas que otros profesores,pero este proyecto sonaba demasiado bien como para ser real. Fue entonces cuando surgieron las preguntas. ¿Podemos ser cinco personas en el grupo? Podéis ser todas las que queráis. ¿Qué noticias debemos poner? Las que queráis. ¿Me puedo inventar las noticias? Vosotros decidís. Poco a poco vi los ojos de los niños iluminarse, y surgieron nuevas preguntas, más atrevidas y creativas: ¿Podemos hacer un telediario deportivo? ¿Podemos disfrazarnos? ¿Hacer como que estamos en la escena de un crimen? ¿Hablar sobre belleza y maquillaje? Pusimos una fecha, todos estuvieron de acuerdo, y les dije que les dejaría tiempo en las siguientes lecciones de lengua castellana para que desarrollaran la idea. Podían hacerlo como quisieran, respetando a sus compañeros.
Desde el inicio los estudiantes tenían una hoja donde explicaba la actividad, con sus normas básicas, sus ideas claves y el sistema de evaluación que seguía. De esa forma eran conscientes de lo que querían hacer y conseguir. La rúbrica era sencilla, la evaluación era sobre 10 y creo recordar que era algo así:
- Se ha representado el telediario = 5 puntos (aprobado).
- Los textos expuestos son textos informativos = +1 punto
- Se han expuesto más de una noticia por integrante del grupo =+1 punto
- Los textos son originales, coherentes y bien redactados = +1 punto
- Se hace uso de atrezo para ambientar el telediario = +1 punto
- El alumno interpreta y dramatiza a un reportero = +1 punto
Habían dos evaluaciones, una grupal y otra individual. También, al finalizar la actividad, pedí a cada grupo que se evaluase a él y a sus compañeros de grupo, siguiendo una rúbrica sencilla en la que reflexionaban y escribían su opinión de su trabajo y de la actividad.
Y listo, los alumnos empezaron a trabajar en ello, sin presionarles. Incluso los que solían abstenerse en las lecciones magistrales se implicaron. Los amigos y amigas hicieron grupos en los que se sentían cómodos y nunca me opuse a ninguna propuesta. Recuerdo además como unos padres vinieron a hablar especialmente conmigo, diciendome que sus hijos les pedían quedar entre ellos fuera de la escuela para realizar el telediario, y eso les resultaba molestos. Yo les expliqué que ellos tenían tiempo para hacerlo en clase, que con la simple exposición de textos ya estaban aprobados, pero querían dar lo mejor de sí y por eso hacían “horas extra”. A la hora de exponer y grabar tuvimos problemas por los horarios restrictivos, pero me sorprendió ver como mis alumnos y yo nos esforzamos todos para buscar espacios libres para que nadie se quedase sin exponer y grabar su telediario.
Durante todo el proceso, sentí a mis alumnos vivos. Pude ver sus facetas más puras, lo que a ellos les gustaba. Percibí como todos los niños, en especial los que solían ser ausentes en clase, se divertían mientras preparaban sus ideas: entrevistas a deportistas, noticias divertidas y humorísticas, niños que interpretaban los roles de políticos, famosos, músicos, que explicaban su situación, vestidos con traje y corbata, con copas de fútbol, bebés de juguete, mapas del tiempo, micrófonos… ¡fue una locura! Aunque, más locura fue pensar en lo que había conseguido. Lo que más me impactó y emocionó fue ver a mis alumnos libres, sin límites, sin grilletes que les condicionen.
El último paso de la actividad hubiese sido mostrarles los vídeos a mis alumnos y que fueran testigos de su trabajo. No tuve tiempo, mis prácticas finalizaron, pero sé que hubiese ayudado a muchos a tomar confianza de sí mismos. ¿El resultado? Todos aprobaron, y muchos sacaron sobresaliente. Y se que muchos se echarán las manos a la cabeza y cuestionarán lo poco exigente que fui con estos niños de 10 años, lo cuestionable que es aprobar a un alumno únicamente con la presentación de un trabajo. Yo, en cambio, veo niños, seres humanos sedientos de aprender, los cuales son obligados a sentarse en una silla por horas mientras buscan la forma de sobrevivir en la escuela. Con 10 años y en esa misma aula fui testigo del temprano absentismo escolar en más de 4 alumnos en una clase de 27 personas. Lo cuestionable es que algunos docentes no escuchen a sus alumnos, que ignoren sus gustos, sus situaciones y sus pasiones. Cuestionable es permitir que el sistema destroce a niños cuyo única obligación debería ser jugar, pero son machacados por no seguir unos estándares. La única exigencia que deberíamos darles es la de respetar y ser respetado. Lo demás viene solo.
Excelente trabajo, el éxito de tu trabajo se debe a tu congruencia y tu pasión por la vida, por lo que se lo transmitiste a los alumnos, me parece importante recuperar esa magia que es el descubrir y crear
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