Cualquier persona tiene el derecho de ser padre. No importa
su condición, su cultura, sus estudios; la sociedad no concibe la idea de
prohibir o limitar tener hijos. Y tal es el derecho, que demasiados padres llevan
a sus hijos al mundo sin haber recopilado la información necesaria sobre
crianza y educación, sin haber hecho planes de actuación, distorsionando la
realidad pensando que su vida va a ser un cuento de hadas, desconociendo los
pros y los contras de la maternidad.
Pero hay una idea clave: muchos
niños llegan al mundo en condición de “posesión”. Y en consecuencia, miles
de niños son víctimas de un entorno que les trata como un ser dependiente,
anexo a unos padres y madres que les inculcará en esta idea desde el momento
que abre los ojos. Y dependiendo de lo empático que sean estos padres y madres,
tratarán al niño con un mayor o menor respeto dentro de su escaño de “submiembro
de la familia”.
Yo trabajo en un restaurante a diario soy testigo de cómo
demasiadas madres tratan sin cuidado ni respeto a sus hijos: les dan empujones,
les gritan, les fuerzan a hacer cosas sin dejarles tiempo de procesar la situación.
Y no contentos con ello, también puedo ver en la calle como madres llevan a sus
hijos con correas (como si de perros se tratasen) o les cogen de la mano y les
obligan a andar a su paso, que es demasiado rápido para el niño y lo arrastra
con maldad. Aunque también he presenciado el lado opuesto: padres y madres que
han ignorado a sus hijos cuando estos les hablaban, cuando estaban realizando
un escándalo o cuando estaban haciendo un acto peligroso. Y mejor no hablar de
los múltiples casos de padres que obligan a sus hijos a aprender y estudiar
ciertas cosas o realizar ciertas rutinas y actividades, independientemente de
si estos están de acuerdo o no.
Mi opinión después de mucha reflexión (y frustración) es que
el mismo derecho que se les otorga a los padres de tener un hijo sin licencias,
obstáculos o requerimientos se torna en contra de ellos más adelante, cuando el
proyecto que ellos emprendieron sin informarse se torna en contra de ellos y
les sobrepasa. Y en esta situación, lo único claro es que las consecuencias negativas
de estas decisiones recaerán mayormente y a largo plazo en sus hijos e hijas.
La mayor parte de la comunidad educativa comparte que la
educación parte de casa. Personalmente pienso que la clave de la educación está
en casa todos los padres, madres y tutores de cada uno de los niños y niñas. El
problema es que esta es muy deficiente y se promulga. Y puede que se haga desde el puro
desconocimiento y basándose en la experiencia propia y en la del entorno: “si a
mí me criaron así, esto será lo mejor para mi hijo/a”.
El criterio propio y el respeto hacen que algunas personas se
enfrenten a estas ideas, ya que a nivel lógico no tienen cabida alguna. Es por
eso que algunas personas se documentan e investigan mucho antes de tomar la
decisión de tener un hijo. También se enfrentan a una sociedad que no está
adaptada a su forma de pensar, a una familia que no les apoyan, a un montón de
baches legales que solo hacen más que entorpecer las cosas.
Estas personas se
enfrentan a todos estos obstáculos porque comprenden que un hijo o hija no es
una posesión, es un ser vivo con derechos y obligaciones, un individuo que
crecerá hasta convertirse en adulto y desarrollará sus habilidades,
personalidad e intereses. Y, si no somos capaces de respetar estas ideas tan
básicas, este hijo/a se tornará en nuestra contra, enfadado, rabioso, dolido
por haber sido tratado como un ser inferior… y en consecuencia hará lo mismo
con sus hijos, porque ahora el mandato es suyo.
Resumiendo todo lo anteriormente dicho, hay muchos detalles
que identifican se identifican en una educación tradicional, pero yo los
englobaría en la siguiente tabla:
Todos aquellos actos que
demuestren:
|
|
Sometimiento,
violencia, ignorancia, condicionamiento
|
Educación
tradicional
|
Respeto,
empatía, confianza, igualdad
|
Educación
respetuosa
|
En conclusión, la educación tradicional en mi opinión parte
de casa y debe centrase en el trato al niño como a tu semejante, como a tu
igual. Merece el mismo respeto que cualquier otro ser humano y subyugarlo por
su edad y gustos es ejercer un abuso autoritario sobre él.
Me despido con un fuerte abrazo para todos y muchos besos
cargados de energía positiva.